La luz de aquel piso se encendió. Por la puerta entró un
chico bastante joven. Alto, de constitución normal, con los ojos negros como el
azabache. Su pelo, también negro y algo un poco largo para lo normal de los
chicos. Pero al parecer se llevaba así en estos tiempos.
Jason echaba de menos aquellos viejos tiempos en los que los
jóvenes iban siempre bien arreglados, con aquellos trajes hechos a medida y con
todos los ribeteados de aquellos colores tan llamativos que solo llevaban los
de su clase social. Ahora cada uno vestía como quería.
El llevaba unos vaqueros desgastados, unos tenis de color
negro y una sudadera azul eléctrico.
A decir verdad, el estaba más cómodo con esa ropa que con la
de antes. y las chicas estaban cada día más provocadoras con aquellas faldas
que cada día enseñaban más. Si alguna de esas chicas hubiese ido así en sus
tiempos sería una joven que nadie querría. Sería llamada fulana. Y nadie
querría casarse con ella. Como cambian los tiempos.
Sonrió levemente, hasta que recordó a Christina. Estuvo a punto
de casarse con ella. Pero días antes de la boda. Fue cuando lo atacaron y se
convirtió en lo que es ahora.
Se levantó del sofá y empezó a caminar por el salón. No
quería recordar aquello. Era muy doloroso todo. Nunca más la volvió a ver. Ni
supo de ella. Quiso llorar, pero lo vampiros no podían llorar. Le entró rabia.
Se quiso auto-destruir. Quiso desparecer. Y eso fue lo único que consiguió.
Desapareció de aquel pueblo de Londres y llegó aquí. A Nueva York. Donde la
gente nunca se fija si envejeces o no. A nadie le importas. Puedes pasar
totalmente desapercibido.
Justo encima de la chimenea tenía un retrato pequeñito de
una joven. El la recordaba, era pelirroja y de rizos. Con sus encantadoras
pecas y aquellos ojos castaños. Para él, era perfecta.
Justo en ese momento, alguien llamó a la puerta. Se quedó
quieto, y notó que no olía a humano. Era un Hombre Lobo. A uno que él conocía.
Lentamente fue a abrir la puerta.
-Lorenzo. ¿Qué te trae por aquí tan pronto? Aun nos vimos la
semana pasada. Y tenemos la eternidad para intentar matarnos.
-Déjate de bromas. -El rostro de Lorenzo era de extraña
preocupación. Miró las fotos que tenía Jason encima de la chimenea. A este le
pareció que miraba al retrato de Christina, pero era imposible. -Necesito tu
ayuda.
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