miércoles, 27 de febrero de 2013

Lorenzo y Jason. 4. Rephaim


Después de tantos y tantos años sin saber de ella, pensando que se abría casado con el hombre más rico del pueblo, o quizás, con el más rico de la zona, resultaba que no. Que todo lo que él creía que había pasado, había desaparecido.
O más bien, había aparecido de nuevo.
Christina, su Christina, estaba viva. Bueno, era una mujer loba, pero estaba viva. Su Christina…
-¿Me ayudarás o no?
La voz de Lorenzo despertó de sus pensamientos al vampiro, que parecía que en cualquier momento se iba a desmayar.
Pero de repente, cayó en la cuenta de algo. Se puso rígido y miró inquisitivamente al hombre lobo.
-Me estás engañando. Christina no es tu hermana, y mucho menos una mujer loba. Ella nunca me había contado nada, y a ti nunca te vi con ella. Así que Lorenzo, se sincero. Y no me mientas.
El hombre lobo lo miró y bajó la cabeza cabizbajo. No sabía cómo decírselo o demostrárselo para que lo ayudase. Decía la verdad. ¿Para qué mentir? Sí, odiaba a ese estúpido chupasangres, pero eso no quita que quiere a su hermana, su hermanita. Su pequeña hermana que ahora está secuestrada por aquel asqueroso.
-No tengo como demostrarlo, pero es la verdad. Tienes que ayudarme. Si consigues rescatarla sana y salva haré lo que quieras.
Jason miró al hombre lobo con detenimiento, parecía sincero. Con todas esas, tendría que andarse con pies de plomo. Estaba en un terreno peligroso.
-Está bien, te ayudaré a recuperar a tu “hermanita”. –Acentuó mucho la última palabra, dando a decir que le llamaba así por no llamarla de cualquier otra forma, dudando de que la joven fuese su hermana. -Pero necesitaré cosas.
El lobo sonrió y le dio un papel con una dirección y un nombre. Jason lo desdobló con cautela y se quedó atónito. Aquello iba a ser difícil. Apenas conocía a ese vampiro, pero a su vez si lo conocía.
Era y es el vampiro más temido en los Estados Unidos. No solo en la ciudad. Si no en completo. Es fuerte, astuto, malvado. Nadie es capaz de enfrentarse a él. Nadie lo conoce lo suficiente.
Pero como bien decía Lorenzo. Él es el único que lo puede ayudar.
Ya que Rephaim era su padre. 

martes, 12 de febrero de 2013

Mascarada

El carruaje se detuvo y un criado abrio la puerta de este. Me ofreció en brazo para ayudarme a bajar. Lo mismo hizo con mi tia que venia conmigo.
Cerró la puerta y el carruaje salió de aquella mansión.
La música de la orquesta se escuchaba fuera. En camino estaba completamente iluminado con unos pequeños candelabros de aceite.
-Elisabeth. Ponte el antifaz.
Resople y lo hice. No me gustaban las mascaradas. Pero para nada.
Mi tía me enlazó nuestros brazos y casi tiraba de mi para entrar en aquella mansión.
-La duquesa Fayrchild y su sobrina.
Y su sobrina. Siempre era presentada así. ¿Por que? Pues por que yo no tenía ningún titulo. Ninguno. Mi padre. El hermano de mia tía. Había sido desheredado y obligado a desprenderse de todos sus titulos al casarse con una criada. Algo que sus padres. Mis abuelos. No permitian. Una vez que ambos murieron. Hará poco menos de dos años, mi tía me acogió. Decía que yo no tenía culpa de las decisiones de mi padre.
Así que aquí estoy. Bajando estas fabulosas escaleras que llevan al salón de baile, sugetando el vestido un poco el alto para no tropezar con el y sugentado a su vez la mascara.
Me sentía un poco torpe. Todas las que alli estaban bailando parecian cisnes. Yo en cambio. Era el patito feo.
Seguí a mi tía en silencio tras la gente toda. Tropecé con varias, que me miraron mal al interrumpirles el baile.
Entre varios "Perdón", "Disculpad" y "Lo siento" llegamos a un grupo de gente a la cual mi tía saludo.
Entre ese grupo de gente. Había un joven. Llevaba un antifaz blanco con lineas doradas y negras. Su ropa era beige y con lineas tambien doradas. A traves del antifaz, podía ver sus ojos. Los cuales eran de un verde almendrado y con largas pestañas. Me derretí con solo verlo.
No literalmente, claro. Pero es que en todos los años que llevaba viendo los rostros de la gente. Nunca había visto a nadie como el.
-Elisabeth. Este es el hijo del Duque de Wertz, Sebastian.
Creo que en ese momento me sonrrojé bastante. Le hice una pequeña reverencia y lo saludé.
-Le importaría concederme este baile, señorita Elisabeth.
-Encantada.
Puso su mano y yo puse la mia sobre la suya a la vez que nos dirigiamos a la pista de baile.
Mientras bailabamos. Era incapaz de apartar la mirada de sus ojos. Eran preciosisimos.
-¿Le apetece dar un paseo por el jardín, señorita Elisabeth?
Asentí y acompañe a Sebastian a los jardines.
Despues de dar un paseo y estar charlando un rato, nos sentamos en un banquito de piedra que había bajo un gran roble.
-¿Elisabeth, podría ver su rostro? Ya se que me gustan sus ojos grises y su pelo castaño. Pero me gustaría ver su cara completamente.
El se quitó su antifaz y me miró espectante. Era aun más guapo sin el antifaz. Mucho mas guapo. Ante su mirada. Dejé caer el brazo lentamente y el me agarró la cara con sus manos.
-Eres aun más guapa de lo que pensaba...
Comenzó a acercar su cara a la mia lentamente. Estaba cada vez más cerca. Y justo cuando sus labios iban a tocar los mios, escuché unos gritos de mi tía.
-¡Elisabeth! ¡Elisabeth!
Miré a Sebastian y le dije a la vez que me levantaba.
-Espero que nos volvamos a encontrar.
-Eso espero yo tambien.

lunes, 11 de febrero de 2013

Enamorada... De Ti...

Suena el despertador. Te estiras. Te encoges. Te vuelves a estirar. Tienes los musculos dormidos. De repente. Recuerdas el día que es hoy y sonrries. Te abrazas a la almohada fuertemente.
Te sientes feliz. Por que sabes que hoy es el dia. Hoy es el gran día.
Piensas en el. En esa persona que te tiene robado el corazon. En esa persona que lo unico que hace es hacerte feliz.
Y tu estas enamorada. Locamente enamorada. O incluso mucho mas que eso. Para ti el lo es todo. Para ti el es lo mejor del mundo. Es una pieza de tu corazon que encaja perfectamente en su lugar. Y sabes que nadie encajaria igual de bien.
Eres feliz. Y no te importa que todo el mundo lo sepa. Es más. Quieres que todo el mundo lo sepa.
Hoy es el gran día. "Hoy lo veo". Piensas.
Te levantas y ves tu vestido blanco encolgado en la puerta. Sonrries nuevamente al imaginarte con el puesto en unas horas.
"Si, hoy es el gran día".

martes, 5 de febrero de 2013

Carreras ilegales

Nada más abrir la puerta principal, Alex cogió aire muy fuerte, para luego expulsarlo lentamente. Estaba saboreando el aire fresco.
Aunque bueno. Aire fresco no era precisamente. El aire de la ciudad está realmente contaminado.
Aunque conparado con el aire de su oficina. Si, se le puede llamar aire fresco.
Cruzó para meterse en el aparcamiento que había justo en frente. Metió su maleta y la chaqueta de su traje en la parte trasera de su coche.
Salió a toda velocidad de aquel aparcamiento y se fué a las afueras. Allí habia quedado con su amigo y con otro grupo que, según decía Alex, eran "un criajos de poca monta que se van de buenos cuando no valen nada. Todo lo que tienen es por el dinero de papá. Y eso no les ayuda en nada".
Tenian organizada una pequeña carrera, ilegal, como casi todas. Pero era la mejor manera de ganar dinero.
-¿Que tal, Alex? Ya pensabamos que no ibas a venir.
Su amigo, Stefano, llevaba la competición en las venas. Su padre, su tío, su abuelo... Todos eran corredores. Y el no se iba a quedar atras.
-¿Alguna vez me he echado atras, Stefano? Sabes que no. Además, le tengo muchas ganas a esos M3 de esos criajos. ¿Tu no?
-La verdad es que si. Yo me pido el rojo.
-No hay problema. Para ti. A mi me gusta más el negro.
Los dos chicos de los M3 se acercaron a ellos. No parecian Italianos. Como ellos. Iban demasiado pijos.
-Inglesitos, ¿preparados para morder el polvo?
-Eso lo tendríamos que preguntar nosotros.
Ambos jovenes se rieron. Con ganas y mirandose el uno al otro. ¡Ni que fueran a ganarle esos pijos de poca monta!
Sus carcajadas se detuvieron en el momento en que que apareció un pequeño porche amarillo y de el salierón dos chicas morenas muy guapas.
-Que, vais a empezar ya o me largo. -Dijo una de ellas.
Los ingleses la miraron con cara de asco. Los otros dos saludaron a su amiga.
-Bien, recordar. Salis de aqui cuando yo tire el pañuelo. Dais la vuelta en la rotonda, volveis y sale el segundo conductor. Sobre todo. ¡El segundo no puede salir sin que primero alla llegado el compañero! ¿Entendido?
Todos asintieron.
Se metieron en sus respectivos coches y se situaron.
-Esto va a ser interesante... -Decía Alex.
Justo en ese momento, la chica tiró el pañuelo y uno de los ingleses y Stefano arrancaron a la vez.
Empezó mejor su amigo, aunque igualmenfe estaba muy ceñida la carrera. Adelantaba uno y adelantaba el otro. Llegaron a la rotonda. Ambos por la derecha. Pero el ingles, dió un volantazo y Stefano se salió de la pista.
Ambos Italianos empezaron a decir obscenidades. Y como no. Aquellos ingleses hacían trampas. Y Alex se lo haría pagar. Fuese dentro o fuera de la pista.
El italiano llegó, por lo que el otro también salió.
-Vamos Stefano... Vamos....
Cuando al fin llegó Stefano, Alex salió como alma que lleva el diablo. Iban en desventaja, y no quería perder su Subaru. ¡Ni en broma!
El italiano dió la curva, pero no contaba con que Alex, se le pusiese delante por sorpresa cuando ya enfilara la recta.
Dió un volantazo que Alex aprobechó para igualarlo. Ambos iban muy a la par. Y justo antes de llegar, Alex activó el Nitro.
-¡Hijos de puta!
-Dejate de tonterías, vamos. Dame los papeles del coche. ¡Ese rojo ahora es mio!
Cuando Alex bajó del coche abrazó a su amigo y se pusieron a saltar.
-Grande, Alex. ¡Eres grande!

lunes, 4 de febrero de 2013

Es amor es la droga más fuerte.

"No importa que llueva, si estoy cerca de ti..."
-Otra canción relacionada con amor. Pues mira tu que bien. El amor es precioso.
Leire apagó la radio y suspiró. Estaba hundida, y esas canciones no la ayudaban a ser feliz. Hacía ya un mes que Carlos y ella habian roto. Pero ella aun no lo había superado.
Y no creia poder hacerlo nunca.
Se levantó de la cama y se miró al espejo. Tenía ojeras. Y muy marcadas.
-Soy un autentico desastre.
Se maquilló un poco para ocultar cualquier rastro de las lagrimas de esa noche, se cambió de ropa y se hizo una coleta antes de bajar al mismo de bar de todas las mañanas.
Si, ella sabia que no debería de ir allí. Ya que aquel bar está lleno de recuerdos para ella.
En aquel bar lo conoció, en aquel bar pasaron muchas mañanas y tardes, en aquel bar... El la dejó.
Cuando llegó a aquel bar se sentó en el mismo sitio de siempre, sin mirar a las demás personas que allí charlaban animadamente y desayunaban.
El camarero le trajo un café como el de siempre. La conocian. Y no hacía falta que dijese siempre su pedido.
-Gracias.
Dijo la joven con una leve sonrrisa.
Ellos no tenian la culpa de la desgracia de la chica. Y ella intentaba que no se notase. Aunque sin mucho éxito.
-¿Puedo sentarme?
Un joven. Alto, de cabello castaño, con ojos de color verde almendrado, el pelo engominado y vestido con unos vaqueros y una sudadera señalaba la silla que estaba frente a la joven.
Esta no pudo más que afirmas. Las palabras no conseguian salir de su boca.
-Leire. Necesito hablar contigo. -Dijo el joven mientras se sentaba.
No dejaba de mirarla. Era como si llevase años sin verla.
-Carlos. Me dijiste que no me querías volver a ver.
-Lo se, pero es que desde que pasó aquello, en el que te dije todo eso. No pude dejar de pensar en ti ni un solo minuto. Te echo muchisimo de menos, Leire. Y se que estás en todo tu derecho de mandarme a la mierda. Se que fui injusto contigo. Injusto con lo nuestro. Y ahora me doy cuenta. Si. Lo se. Puede que sea tarde. Puede que ya estes con otro chico que te haga más feliz que yo. Incluso más guapo. O ya puestos. Con alguien que tiene trabajo estable, con el que ya no tengas por que preocuparte en llegar a fin de mes. Alguien lo opuesto a mi. Pero Leire. Yo... Aun te amo.
El joven agachó la cabeza e intentó ocultar sus lagrimas. La quería. Si que la quería.
Leire, por otra parte. Estaba en estado de shock. Le llevó un buen rato hablar. Pero cuando lo hizo, fue concisa.
-Nunca habrá nadie mejor que tu, Carlos.
Este la miró y vió la cara de la chica. Estaba sonrriendo levemente y una pequeña lagrima discurria por su cara.
-¿Me perdonas?
-Siempre te perdonare, mi amor.