martes, 12 de febrero de 2013

Mascarada

El carruaje se detuvo y un criado abrio la puerta de este. Me ofreció en brazo para ayudarme a bajar. Lo mismo hizo con mi tia que venia conmigo.
Cerró la puerta y el carruaje salió de aquella mansión.
La música de la orquesta se escuchaba fuera. En camino estaba completamente iluminado con unos pequeños candelabros de aceite.
-Elisabeth. Ponte el antifaz.
Resople y lo hice. No me gustaban las mascaradas. Pero para nada.
Mi tía me enlazó nuestros brazos y casi tiraba de mi para entrar en aquella mansión.
-La duquesa Fayrchild y su sobrina.
Y su sobrina. Siempre era presentada así. ¿Por que? Pues por que yo no tenía ningún titulo. Ninguno. Mi padre. El hermano de mia tía. Había sido desheredado y obligado a desprenderse de todos sus titulos al casarse con una criada. Algo que sus padres. Mis abuelos. No permitian. Una vez que ambos murieron. Hará poco menos de dos años, mi tía me acogió. Decía que yo no tenía culpa de las decisiones de mi padre.
Así que aquí estoy. Bajando estas fabulosas escaleras que llevan al salón de baile, sugetando el vestido un poco el alto para no tropezar con el y sugentado a su vez la mascara.
Me sentía un poco torpe. Todas las que alli estaban bailando parecian cisnes. Yo en cambio. Era el patito feo.
Seguí a mi tía en silencio tras la gente toda. Tropecé con varias, que me miraron mal al interrumpirles el baile.
Entre varios "Perdón", "Disculpad" y "Lo siento" llegamos a un grupo de gente a la cual mi tía saludo.
Entre ese grupo de gente. Había un joven. Llevaba un antifaz blanco con lineas doradas y negras. Su ropa era beige y con lineas tambien doradas. A traves del antifaz, podía ver sus ojos. Los cuales eran de un verde almendrado y con largas pestañas. Me derretí con solo verlo.
No literalmente, claro. Pero es que en todos los años que llevaba viendo los rostros de la gente. Nunca había visto a nadie como el.
-Elisabeth. Este es el hijo del Duque de Wertz, Sebastian.
Creo que en ese momento me sonrrojé bastante. Le hice una pequeña reverencia y lo saludé.
-Le importaría concederme este baile, señorita Elisabeth.
-Encantada.
Puso su mano y yo puse la mia sobre la suya a la vez que nos dirigiamos a la pista de baile.
Mientras bailabamos. Era incapaz de apartar la mirada de sus ojos. Eran preciosisimos.
-¿Le apetece dar un paseo por el jardín, señorita Elisabeth?
Asentí y acompañe a Sebastian a los jardines.
Despues de dar un paseo y estar charlando un rato, nos sentamos en un banquito de piedra que había bajo un gran roble.
-¿Elisabeth, podría ver su rostro? Ya se que me gustan sus ojos grises y su pelo castaño. Pero me gustaría ver su cara completamente.
El se quitó su antifaz y me miró espectante. Era aun más guapo sin el antifaz. Mucho mas guapo. Ante su mirada. Dejé caer el brazo lentamente y el me agarró la cara con sus manos.
-Eres aun más guapa de lo que pensaba...
Comenzó a acercar su cara a la mia lentamente. Estaba cada vez más cerca. Y justo cuando sus labios iban a tocar los mios, escuché unos gritos de mi tía.
-¡Elisabeth! ¡Elisabeth!
Miré a Sebastian y le dije a la vez que me levantaba.
-Espero que nos volvamos a encontrar.
-Eso espero yo tambien.

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