miércoles, 28 de noviembre de 2012

Lorenzo y Jason. 3. Ayúdame


-¿Dónde estamos?
-Ahora lo verás.
Ambos caminaban uno tras el otro, por un pequeño callejón. La luna no brillaba en el cielo nocturno, y no había luces por ninguna parte. Estaba todo totalmente oscuro.
Pero ambos veían perfectamente. Tenían la vista especializada en la oscuridad.
-Lorenzo, ¿a dónde vamos? Mira que como intentes algo…
El hombre lobo se quedó parado, escuchando el sonido. Aparentemente no se escuchaba nada. Pero un murmullo de voces se escuchaba al fondo.
-Oh Dios. ¡Me estás llevando a una emboscada!
James sacó su cuchillo de plata de la funda y arremetió contra Lorenzo. Este esquivó el ataque perfectamente.
-Espera, no es lo que tú crees.
-¿Y entonces qué es?
-Han secuestrado a una compañera nuestra. Y solo tú no puedes ayudar. Ha sido un vampiro. De eso estamos seguros. Pero aún no sabemos con certeza donde está. Solo que la tienen retenida en contra de su voluntad.
-¿Por qué tendría que ayudaros yo? Además, tú me odias desde tiempos inmemoriales. Casi desde que me convertí. Que fue cuando te conocí. Al principio no entendía por qué me odiabas. Pero luego me di cuenta de que los hombres lobo y los vampiros siempre se llevan mal. Así que, si nos odiamos mutuamente, ¿por qué me pides ayuda?
El hombre lobo suspiró y se sentó sobre una caja que había tirada en el suelo. De su pantalón sacó una pequeña cartera. Aunque no lo pareciese. Ellos también hacían algo de vida normal. Y para ello necesitaban dinero.
De la cartera, sacó como una pequeña foto. Estaba algo rota y doblada. Se notaba que miraba mucho la foto.
-Es mi hermana. La secuestraron. Necesito encontrarla. –Lorenzo no apartaba la mirada de la foto. –Necesito tu ayuda. Tú puedes intentar encontrarla. Tú puedes rescatarla.
James no veía la foto desde donde estaba situado. Se imaginó a una chica un poco más menuda que Lorenzo, quizás rubia, o de pelo castaño como él. Tendría los mismos ojos castaños que él.
-Ella no es como yo. Apenas no parecemos un ápice. Yo salí a mi padre, y ella, como no. A mi madre. Pero bueno, que decirte. Tú la conociste.
La mirada de Lorenzo era triste, y a la vez reveladora. Su mirada, decía que le iba a contar algo a Jason que él no quería, ella no quería, o ambos no querían.
-Yo no conozco a tu hermana, Lorenzo. Así que déjame en paz. No os voy a ayudar.
Dio media vuelta y comenzó a caminar dirección contraria a Lorenzo. Una mano se posó en su hombro.
-Es Christina. Mi hermana es Christina.

viernes, 23 de noviembre de 2012

En otro mundo

Seguí andando y andando, pero en cuanto volví a ver la marca que había hecho minutos antes en uno de los árboles. Supe que me había perdido. ¿Donde estaba? Pues ni yo misma lo sabía. Aparecí así sin más hará unas horas aquí, en medio de ninguna parte.
Quería ver a mis padres, y a mi hermano. Pero no tenía ni móvil ni nada. Lo único que tenía conmigo era la ropa que llevaba puesta. Unos vaqueros, un jersey rojo, unas converse y un abrigo negro. 
Me senté sobre una piedra y me puse a llorar. Quería salir de aquí, ni si quiera sabía donde estaba ni por donde ir. Iba en círculos todo el rato. Me sentía muy sola en aquel lugar, sin poder hablar con nadie. Ni poder abrazar a nadie. 
-Oye. ¿Por que lloras, niña?
Levanté la vista como un rayo y vi a un hombre bajito, barbudo y gordito mirándome  Llevaba la ropa sucia y un pico en la mano. Me entró la risa.
-¿De que te ríes, niña? ¿Acaso tengo algo de gracioso? Adiós.
Me levanté como un rayo y lo empecé a seguir.
-Lo siento señor, es que me recordó a uno de los siete enanitos de Blancanieves. Necesito salir de aquí, estoy perdida.
El hombre me miró con cara sorprendida y a su vez extrañada.
-Como sabes que conozco a Blancanieves. -Me agarró por el cuello de la camiseta y casi me levantó del suelo.
-Lo leí en un libro. Blancanieves y los siete enanitos. Todo el mundo lo sabe.
-Eso no es posible. No puede ser. Nadie tendría que saberlo. Nadie...
Echó a correr cuesta arriba y lo seguí como pude. En unos minutos lo había perdido de vista. Pero seguí caminando en la misma dirección. Al final. Llegué a una cabaña pequeñita de madera. Estaba el hombre de antes hablando histérico con otro muy parecido a el. Me acerqué poco a poco arrastrando un poco los pies. 
Estaba agotada.
-Fue ella. Ella me lo dijo. 
-¡Y la has has traído hasta aquí!¡Ahora se lo irá contando a la Reina! ¡Y matará a Blancanieves!
-Espera, espera, espera. ¿Me estás diciendo que Blancanieves existe de verdad y que vosotros sois sus enanitos? No me lo puedo creer. Debo de estar soñando. Aunque este dolor de piernas no puede ser producto de mi imaginación. -Me pellizqué y me dolió. -No puede ser...

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Un arma peligrosa


La luz era tenue. Apenas se distinguía nada en aquella calle. A cada paso que daba, escuchaba más fuerte el choque de las olas contra la piedra. Algo le decía que aquel hombre planeaba algo en el puerto. Y casi pondría la mano en el fuego por ello.
Unos metros más adelante escuchó caer un barril metálico al suelo. Fue corriendo en esa dirección y como él pensaba. Estaban ante el puerto. La niebla era muy espesa, y no le dejaba ver más allá de unos pocos metros. Se cubrió tras unas cajas de madera. Aunque hubiese mucha niebla. No se podía fiar de ser descubierto.
De pronto, escuchó una conversación. A través de la niebla, casi podía distinguir dos siluetas a unos 10 metros. Reconoció la voz de uno de ellos. Era Kingsley. El fabricante de bombas que llevaba siguiendo cerca de una hora.
 -Llegas tarde. -Le decía la otra voz.
-Lo siento. Me perdí. Y con esta niebla no se ve mucho.
-Vale. ¿Lo has traído? 
-Aquí está. -El hombre se movió y le dio su mochila al otro hombre. -Ten cuidado. Que no lleve ni un solo golpe.
-Lo tendré.Justo en ese momento se escuchó un disparo y Kingsley cayó al suelo. El otro hombre salió corriendo y Jack fue tras el. El hombre lo vio y disparó. Las balas pasaron muy cerca de Jack. Una hasta le rozó y le quemó la manga del traje.
-Oh, vamos. Que esto no me lo paga nadie. 
Corrió tras el disparando, aunque cada vez se veía menos. Escuchó un portazo y fue en esa dirección. Abrió la puerta y se dio cuenta de que estaba en una gran nave. Aun no se había acabado de cerrar la puerta cuando ya tenía a 3 hombres a su alrededor apuntándole con una pistola.
El hombre con la mochila estaba justo frente a él, lo miraba riéndose. 
-Oh. Tú eres Jack. ¿Verdad? -Le pasó el arma por la cara, como acariciándosela con ella. -Oh, Jack, Jack. Tienes que comprender que yo siempre gano. Ni tú ni tus amiguitos podréis acabar conmigo nunca tan fácilmente. Chicos, sacarlo de aquí y acabad con él.
Los dos hombres empezaron a tirar de Jack y casi a llevarlo a rastras. De repente, Jack agarró el arma del que estaba a su derecha y disparó al de la izquierda entre ceja y ceja matándolo al instante. El otro hombre se intentó zafar de Jack, pero este le quitó el arma y lo disparó, a este en el estomago. El hombre calló rendido al suelo.
Entró de nuevo en el almacén, sin hacer ruido. Encontró unas escaleras que iban a unos despachos en la parte de arriba. Empezó a subir lentamente vigilando a todos lados por si le venía por detrás. Abrió la puerta lentamente y lo vio con la mochila aún encima.
-Oh, Jack. Jack. Jack. ¿No te das por vencido nunca?
-No. -Jack lo miró y creyó que lo conocía.
-Estás intentando recordarme. ¿A que si? Oh, Jack. ¿No te acuerdas? Mataste a mi hermano en mis propias narices. ¡A mi hermano!
-Stan... 
-Sí, soy Stan. Ya no te acordabas de mí. Me parece muy mal Jack. Pero ahora eso da igual. ¿Ves esto? -Y movió la mochila. -Es una bomba.  Muy peligrosa, por cierto. Si lleva un simple golpe. ¡Boom! Todo explotará por los aires. Y no querrás que todo vuele por los aires, ¿no? El almacén está cargado hasta arriba de pólvora. Jack sonrió e inclinó levemente la cabeza.
-¿Que te hace tanta gracia?
-En esa mochila no hay nada. La bomba está ya en manos de la CIA. Hace una hora, le di el cambiazo a tu amigo Kingsley. Ni se enteró
.Stan hizo el apaño de moverse y Jack lo disparó en una pierna. Cayeron al suelo él y la mochila.
-¿Me vas a matar?
-No, mucho peor. Después de curarte eso de la pierna. Irás a la cárcel. 

martes, 20 de noviembre de 2012

Lorenzo y Jason. 2. Recuerdos


La luz de aquel piso se encendió. Por la puerta entró un chico bastante joven. Alto, de constitución normal, con los ojos negros como el azabache. Su pelo, también negro y algo un poco largo para lo normal de los chicos. Pero al parecer se llevaba así en estos tiempos.
Jason echaba de menos aquellos viejos tiempos en los que los jóvenes iban siempre bien arreglados, con aquellos trajes hechos a medida y con todos los ribeteados de aquellos colores tan llamativos que solo llevaban los de su clase social. Ahora cada uno vestía como quería.
El llevaba unos vaqueros desgastados, unos tenis de color negro y una sudadera azul eléctrico.
A decir verdad, el estaba más cómodo con esa ropa que con la de antes. y las chicas estaban cada día más provocadoras con aquellas faldas que cada día enseñaban más. Si alguna de esas chicas hubiese ido así en sus tiempos sería una joven que nadie querría. Sería llamada fulana. Y nadie querría casarse con ella. Como cambian los tiempos.
Sonrió levemente, hasta que recordó a Christina. Estuvo a punto de casarse con ella. Pero días antes de la boda. Fue cuando lo atacaron y se convirtió en lo que es ahora.
Se levantó del sofá y empezó a caminar por el salón. No quería recordar aquello. Era muy doloroso todo. Nunca más la volvió a ver. Ni supo de ella. Quiso llorar, pero lo vampiros no podían llorar. Le entró rabia. Se quiso auto-destruir. Quiso desparecer. Y eso fue lo único que consiguió. Desapareció de aquel pueblo de Londres y llegó aquí. A Nueva York. Donde la gente nunca se fija si envejeces o no. A nadie le importas. Puedes pasar totalmente desapercibido.
Justo encima de la chimenea tenía un retrato pequeñito de una joven. El la recordaba, era pelirroja y de rizos. Con sus encantadoras pecas y aquellos ojos castaños. Para él, era perfecta.
Justo en ese momento, alguien llamó a la puerta. Se quedó quieto, y notó que no olía a humano. Era un Hombre Lobo. A uno que él conocía. Lentamente fue a abrir la puerta.
-Lorenzo. ¿Qué te trae por aquí tan pronto? Aun nos vimos la semana pasada. Y tenemos la eternidad para intentar matarnos.
-Déjate de bromas. -El rostro de Lorenzo era de extraña preocupación. Miró las fotos que tenía Jason encima de la chimenea. A este le pareció que miraba al retrato de Christina, pero era imposible. -Necesito tu ayuda.